La ganadora a mejor película del Óscar 2022, que cuenta la historia de la hija oyente de una familia sorda, nos invita a reflexionar sobre la comunidad de personas en situación de discapacidad auditiva que existen en nuestro país y su inclusión en la sociedad. Educadora diferencial USS nos cuenta avances y desafíos.
Este domingo se celebró la entrega de los premios Óscar 2022 y uno de los momentos más emocionantes de la ceremonia fue el discurso del actor estadounidense Troy Kotsur, quien se llevó la estatuilla dorada a «mejor actor de reparto» por su papel en la película CODA; la historia de una joven oyente hija de padres sordos que busca su propio camino en la vida.
Kotsur se convierte así en el primer actor sordo hombre en ganar un galardón de esta categoría. “Quiero dedicar este premio a toda la comunidad sorda y a todas las personas con discapacidades. ¡Es nuestro momento!», expresó el ganador durante la ceremonia sin utilizar el micrófono a través de la lengua de señas.
El memorable discurso de Kotsur en el escenario ha puesto en la palestra la presencia y participación en la sociedad de la comunidad sorda que, en nuestro país, alcanzan las 712.005 personas con algún grado de pérdida de audición; de ellas, se estima que 179.268 personas tienen sordera total de acuerdo con cifras oficiales del Servicio Nacional de Discapacidad.
Pero ¿cuán insertas en la comunidad están las personas sordas en nuestro país? En cuanto a la legislación, en enero del año 2021 se promulgó y publicó en el Diario Oficial de la Ley N°21.303 que reconoce a la lengua de señas como la lengua oficial de las personas sordas. En esta normativa, “el Estado reconoce y se obliga a promover, respetar y a hacer respetar” los derechos culturales y lingüísticos de las personas sordas, asegurándoles el acceso a servicios públicos y privados, a la educación, al mercado laboral, la salud y demás ámbitos de la vida mediante lengua de señas. Además, se establece que la enseñanza de la lengua de señas será realizada preferentemente por personas sordas calificadas.
Para la educadora diferencial y académica de la carrera de Pedagogía en Educación Diferencial de la U. San Sebastián, Jéssica Bastías, si bien esta ley ha sido un gran avance y ha permitido generar más espacios, aún queda bastante por hacer como sociedad. “La normativa que fue promulgada responde a una serie de requerimientos que se están levantando desde hace tiempo en nuestro país para las personas en situación de discapacidad y con visibilizar lo que a muchas familias les pasa”, asegura. Y agrega que: “una persona con discapacidad no está sola tratando de enfrentar barreras e ir abriéndose caminos en la sociedad, sino que también la acompaña su familia, porque también afecta al núcleo familiar”.
Para Bastías, la importancia de esta ley radica en que, al establecer como lengua oficial el lenguaje de señas, este sistema visual se hace extensivo para toda la comunidad; es decir para las personas que cuentan con algún grado de discapacidad auditiva, sus familias y también todas las personas que interactúan con ellos y que han ido aprendiendo este lenguaje para contribuir al desarrollo de esa persona.
Con relación a la enseñanza de la lengua en el ámbito educacional, la profesional asegura que “muchas veces en los sistemas educativos las palabras son muy bonitas, pero la ley genera una obligación, convirtiéndose en un mecanismo de apoyo para que las personas con discapacidad auditiva puedan exigir sus derechos como corresponde”. “Lamentablemente, como seres humanos no estamos acostumbrados a tener una cultura de inclusión, porque si así lo fuera no necesitaríamos pensar en cosas especiales, sino que diseñaríamos desde un comienzo las cosas pensando en el beneficio y acceso de todos. Y para eso queda mucho aún por hacer”, finaliza.