Continuando con la novena, después del rezo del rosario, el obispo, Monseñor Ricardo Morales, abordó por tercer día consecutivo el documento de la etapa continental del Sínodo sobre sinodalidad. En su catequesis, el obispo enfatizó en la necesidad “escuchar y escucharnos” como el primer servicio hacia los demás. “Quien no sabe escuchar al hermano pronto será incapaz de escuchar a Dios”, dijo, y manifestó su deseo de que “este proceso sinodal sea un tiempo de escucha reciproca entre hermanos y hermanas”, sobre todo a quienes más sufren, entre ellos, las hermanas y hermanos migrantes. “Debemos vencer los prejuicios y ablandar la dureza de nuestros corazones; escuchando daremos rostro y nombre a las historias de cada migrante, personas concretas, niños, hombres mujeres, que es necesario escuchar”.
Después de la novena, el obispo presidió la misa. Su homilía se centró en el evangelio del día, las llamadas Bienaventuranzas. Dijo que son “programa de vida, que pone al revés los valores que siguen gobernando nuestro mundo”, y que “seriamos mucho más felices si saliéramos de esa dinámica de consumismo egoísta y entramos en la dinámica de compartir”, criticando que “una economía basada en el consumismo ilimitado tiene consecuencias desastrosas en el medio ambiente, en la brecha entre ricos y pobres; países con grandes recursos dilapidan, y otros son explotados por aquellos que lo único que buscan es conseguir más y más dinero. El mensaje de Jesús y su camino de santidad nos dice otra cosa, tenemos que cambiar el corazón y hacernos más humanos”, a modo de Jesús, que siempre en relación con el otro, devuelve humanidad y dignidad.
En el momento de la ofrenda, se presentaron al altar junto al pan y al vino, frutas de la estación, resultado del trabajo de personas extranjeras en la región.