Vivimos un momento histórico de definiciones políticas. Tanto el trabajo de la Convención Constituyente, como la próxima elección presidencial representan una oportunidad gigantesca de pensar el modelo de desarrollo para nuestro país y nuestra región.
¿Se imaginan el privilegio que significa poder ser testigo de las grandes transformaciones que vivirán las ciudades en los próximos años? Ciudades con una planificación urbana basada en la integración y la cohesión social para todos sus habitantes. Yo al menos imagino a la región de Atacama volviendo al esplendor que tuvimos en la época gloriosa del mineral de Chañarcillo, donde el impulso económico proveniente de la extracción minera trajo progreso a nuestra región, con obras que fueron en directo beneficio de las personas.
Hoy creo que estamos en un momento similar. En el sentido de que los grandes recursos generados por la minería y otras actividades extractivas, si son bien dirigidos y utilizados, pueden convertirse en la palanca que nos impulse a un desarrollo integral y sustentable.
Pero el dinero ciertamente no lo es todo. Quisiera enfatizar que lo más importante es la voluntad de invertir en la región, en obras de adelanto y conectividad. Es triste el caminar por las calles céntricas de nuestra ciudad. Algunos espacios desocupados se han transformado en almacenes de vehículos que se aglomeran sin control. Me da pena el poco cariño que se ve en algunas galerías o subdivisiones sin ninguna delicadeza y consideración urbanística, que son pan para hoy y hambre para mañana.
Quisiera ocupar este espacio para alertar sobre esos empresarios que ya no están invirtiendo en obras de largo aliento, espacios de ocio colectivo, y grandes obras de adelanto, que expresen el cariño, y sean un legado para la ciudad desde la cual han obtenido su riqueza.
Hoy el negocio parece ser invertir lo menos posible y obtener ganancias de corto plazo, cuyos beneficios salen de nuestra región. Es cosa de caminar por O’Higgins o Atacama, o recorrer Copayapu para darse cuenta de que no estoy lejos tan lejos de la realidad.
Pero necesitamos una clase empresarial que se vuelva a arriesgar, que aproveche el viento transformador que sopla en el Chile de 2021 y que es una oportunidad para proyectar el país que queremos, con un protagonismo especial de las regiones. Necesitamos mejorar con iniciativas modernas en el área gastronómica, para potenciar el turismo. Mejorar el nivel en el área de prestación de servicios. Invertir en nuestro patrimonio, en mejorar nuestras fachadas, que el impulso de construir también incluya la voluntad de dejar obras que perduren y representen un verdadero avance para la ciudad y la región.
Desde ya invito a construir alianzas público privadas para proyectar la región y la ciudad de Copiapó para los próximos 30 años. También es necesario que nuestros representantes en los órganos de participación ciudadana, como la Convención Constituyente, apoyen un nuevo trato hacia las regiones, un nuevo plan de desarrollo que nos permita utilizar los recursos que se generan en la región.
No podemos dejar pasar esta gran oportunidad. No bajemos los brazos, sigamos alerta y demos cuenta del amor que sentimos por nuestra querida región de Atacama.