Historia de Atacama: El vampiro de Caldera

En el Cementerio de Caldera hay una tumba que se roba las miradas de todos los curiosos que llegan al lugar. Cuentan quienes conocen la historia, que en sus paredes yace el alma de un vecino bastante curioso, al que se le acusó de ser un hombre que no pertenecía a este mundo.

La estructura gótica aún mantiene parte de su elegante arquitectura y en su interior sólo los restos del inglés John Lewis Mackensey, quien fue cruelmente asesinado por una acusación sangrienta y llena de odio.

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Una historia que comenzó al inicio de siglo, cuando este pescador británico llegó a Caldera, que vivía un auge económico.

Para su desgracia, la presencia de él nunca fue bien vista por los ciudadanos, quienes creían que el alto y flemático hombre escondía algo en su vida. Los vecinos lo hostigaban y cuando tenía rencillas con ellos, sangre brotaba de sus encías, hecho que aprovecharon algunos para sindicarlo como un vampiro.

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La verdad es que él sufría de una enfermedad bucal, pero eso poco le importó a los calderanos. Sobre todo porque tras el cruel asesinato de Justo Paredes todos culparon a Lewis Mackensey, especialmente por una marca en el cuello que tenía el difunto. Dos colmillos similares a los de un vampiro. Ahí, la sicosis colectiva se apoderó del pueblo y enjuició al inglés.

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Una turba enardecida llegó hasta el hogar del inmigrante sacándolo a la rastra del sitio. Recibió golpes de puño, patadas, quemaduras y una estaca de madera, en su corazón, terminó con su vida.

Desde entonces, sonidos de auxilios brotan desde el féretro carcomido por los años, pero que dan a entender que la presencia del vampiro de Caldera continúa rondando en el cementerio laico. Quien sabe, alguna noche sale por ahí.

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