Esta nota decidí dividirla en dos capítulos, porque tiene algunos aspectos que necesariamente deben ir separados. Hoy la primera parte y mañana la siguiente. Recuerde: ¡Son solo reseñas!…
¿Entre las personas – ligadas a la minería de Atacama – quien no ha escuchado alguna vez, hablar de la mina Dulcinea?
Ciertamente no se conoce mucho sobre ella, ni en forma escrita ni en las estadísticas; menos sobre su historia. A la Mina Dulcinea la mayoría la ubica – por causa de que sus abuelos trabajaron en ella – y les contaron fantásticas historias de vida y tragedias.
Esta es una mina cuya altitud esta de 2.000 msnm. y sus vestigios o lo queda de ella están ubicados a 61 kilometros al Noreste de Copiapó, yendo por la Carretera C17 en el trayecto de Copiapó – Inca de Oro.
Esta mina tuvo todas las características de haber sido trabajada por los indígenas quechuas que laboraron en las cercanías de Copiapó.
Fue trabajada después por una firma inglesa de larga tradición en Copiapó y sus alrededores. Me refiero a The Cooper Mines of Copiapó Ltd., la cual tenía su residencia principal en Londres-Inglaterra.
Esta compañía inglesa tiene una data en la literatura minera, desde alrededor del año 1820, o sea desde los comienzos de nuestra vida independiente.
Estuvo ligada al desarrollo de Atacama en forma poderosa, pues no solo se dedicó a la explotación, sino a la amalgamación y fundición de metales.
Según el ingeniero Guillermo Yungue, dice que la mina Dulcinea, comenzó su explotación en el año 1854.
La mina en su mayor apogeo fue catalogada como una de las mejores de América, donde su pique principal llegó a tener una profundidad de 1.100 metros de profundidad en un pique vertical.
Su explotación en término medio fue de 3.000 toneladas mensuales.
La empresa que trabajó esta mina lo hizo por más de cien años, y nunca tributó en nuestro país.
The Cooper Mines of Copiapó, tuvo otras pertenencias mineras, mayormente en Ojancos, Checo de Plata, La Puerta y Puquios.
Para el transporte de los minerales, en Dulcinea había un andarivel de seis mil metros de largo, el que llegaba hasta la fundición de Carrera Pinto.
Para los traslados posteriores, estos se hicieron por las vías del ferrocarril a partir del año 1908.
Los accionistas de esta Cía, estaban en Londres, siendo uno de los accionistas Mr. Loeffler, hijo de un millonario y excéntrico inglés.
El Gerente en Copiapó era Mr. Jhon S. Bennet. Sus oficinas principales estuvieron en el mineral de Chañarcillo, las que después estaban en la calle Chañarcillo de Copiapó.
Esta compañía poseía también la Hacienda Hornitos, a 52 kilómetros al Oriente de Copiapó, cuyo dato está en una antigua publicación. Dice que la hacienda tenía una extensión de 500 cuadras, es decir unas setecientas cincuenta hectáreas. Esta hacienda, como las instalaciones mineras en la década de 1920-1930 fueron abandonadas por la empresa extranjera, quedando sus trabajadores sin su último sueldo.
Esta mina, según algunas crónicas sufrió variados accidentes en sus piques, los cuales algunos pasan de lo legendario a lo mítico. Otra publicación muy seria habla del incendio de su enmaderado, el cual habría durado seis meses.
Es una lástima – en mi opinión – que, habiendo tanta historia minera en nuestra región, esta no esté en libros. Los únicos objetos que pueden mantener vivo y latente el recuerdo de nuestro rico pasado minero.
Por ahora, voy a finalizar estas pequeñas reseñas de la minería regional – para darme un descanso por unos días y pensar en que gastar el 10% – a la vez de seguir revisando tanta información diseminada.
Hago presente que falta aún considerar – cientos de minas, estaciones ferroviarias y centros mineros como – Agustina, Tránsito, Rosario, Jesús María, Bordos, Bateas, Punta del Cobre, Sacramento, Cerro Blanco, etc., y las muchas del sector de Freirina, Carrizal, más el Sur y el Sureste de Vallenar.